1 Universidad Nacional del Centro del Perú UNCP │ Huancayo – Perú │ Código postal 12006
El objetivo del estudio fue evaluar la frecuencia de ciberbullying y las conductas de hostigamiento, denigración,
suplantación de identidad, violación de la intimidad y exclusión en estudiantes del nivel secundario de la sierra
central del Perú, según sexo. La investigación se enmarca en el enfoque cuantitativo, de alcance descriptivo y con
diseño no experimental de tipo transversal. En el estudio participaron 886 estudiantes del nivel secundario de
instituciones educativas públicas. Se levantó información a través de un instrumento denominado cuestionario de
ciberbullying elaborado ad hoc, la cual cuenta con validez y confiabilidad. Los resultados del estudio
muestran que el 16,3% de estudiantes han sido víctimas de ciberbullying; en cuanto a las conductas de
ciberbullying se evidencia la siguiente frecuencia: exclusión 30,4%, hostigamiento 19,1%, suplantación de
identidad 16,1%, denigración 6,5% y violación de la intimidad 3,0%. Se concluye que existe una frecuencia moderada de
ciberbullying por lo que se requiere implementar estrategias para controlar y reducir este tipo de riesgo con
la intervención de docentes y padres de familia, además de promover una adecuada convivencia digital.
Palabras clave: conductas en estudiantes de secundaria; violación de la intimidad; convivencia digital;
acoso cibernético; ciberacoso.
The study's objective was to evaluate the frequency of cyberbullying and behaviors of harassment, denigration, identity
theft, violation of privacy, and exclusion in high school students in the central highlands of Peru, according to sex.
The research is framed in the quantitative approach, with a descriptive scope, and with a non-experimental cross-sectional
design. A total of 886 secondary school students from public educational institutions participated in the study. Information
is collected through an instrument called cyberbullying questionnaire prepared ad hoc, which has validity and reliability.
The study results show that 16,3% of students have been victims of cyberbullying; Cyberbullying behaviors, the following
frequency is evident: exclusion 30,4%, harassment 19,1%, identity theft 16,1%, denigration 6,5%, and violation of privacy 3,0%.
It concluded that there is a moderate frequency of cyberbullying, so it is necessary to implement strategies to control and
reduce this type of risk with the intervention of teachers and parents, in addition to promoting adequate digital coexistence.
Keywords: behaviors in high school students; violation of privacy; digital coexistence; cyber bullying.
Referencia en APA-7ma: Orosco Fabian, J., Pomasunco Huaytalla, R., Rosales Puchoc, A., y Alania Atoc, N. (2022). Ciberbullying en estudiantes del nivel secundario de la sierra central de Perú. Revista Ciencias Pedagógicas E Innovación, 10(1), 11-20. DOI: 10.26423/rcpi.v10i1.439
Las diversas actividades que realiza el ser humano, hoy en día, están estrechamente ligadas a las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC), en ese sentido el uso de dispositivos tecnológicos como: teléfonos móviles, computadoras y tabletas con acceso a la internet se ha hecho común, más aún en este contexto que la pandemia por la Covid-19 ha puesto a la humanidad, tal es así que los sistemas educativos de diversos países del mundo han optado y formalizado las actividades educativas remotas a través de radio, internet, televisión para lo cual se realiza una serie de esfuerzos con el fin de dotar de equipos tecnológicos al estudiantado. Sin embargo, ellos al tener en sus manos estas herramientas tecnológicas también están expuestos a una serie de riesgos como el ciberbullying (Waasdorp y Bradshaw, 2015; Romera et al., 2017).
En particular, el acoso escolar o bullying es el principal problema de violencia en la que están inmersos los menores de edad al interior de sus instituciones educativas; este tipo de violencia también se ha transformado con el acceso del estudiantado a los equipos tecnológicos dando lugar a lo que se denomina cyberbullying (vocablo inglés), entendido como la forma virtual de intimidación escolar; al respecto García-Maldonado et al. (2011), realizaron estudios comparativos entre el bullying tradicional y el cyberbullying concluyendo que el riesgo de ser cibervictimizado se duplica al habilitar un perfil en una red social; en esta misma línea de comparación una diferencia sustancial es el anonimato en el cyberbullying en relación al bullying tradicional (Barlett et al., 2016), ocultos en el anonimato ejercen más violencia y prolongan el tiempo del acoso escolar, esto indica que este tipo de violencia va en incremento a nivel global (Chun et al., 2020). También se debe considerar que el ciberbullying trastoca los sentimientos y emociones de los estudiantes que lo padecen o que lo ejercen, así lo hallaron entre sus resultados Zych et al. (2017), quienes consideran que los agresores y agresores victimizados de bullying y cyberbullying tienen un menor nivel de competencias sociales y emocionales con relación a los alumnos no implicados en este riesgo.
Para fines de esta investigación, se han revisado una serie de publicaciones para el análisis teórico en relación con el ciberbullying, y algunos autores, como Kowalski et al. (2008/2010), manifiestan que al ciberbullying se le denomina acoso cibernético, ciberacoso, crueldad online y acoso electrónico. Correas (2012) considera que es el acoso que ejerce uno o varios chicos contra otro, por medio de las TIC empleada como arma de agresión, lastimosamente esta práctica se expanden con el avance de las nuevas tecnologías. Mendoza (2012) señala que es el acoso a través de la propagación de información a manera de fotografías, texto, imágenes editadas en la red, salas de chat, redes sociales, correos electrónicos, mensajes de textos, páginas web, entre otros, por medio de una computadora o celular. El autor Luengo (2014) lo define como una conducta entre pares, marcada por el insulto y el chantaje por canales virtuales. Y Ortega-Barón et al. (2017) consideran que es el empleo de medios tecnológicos, básicamente Internet y teléfono móvil para causar daño, intimidación y maltrato a los iguales. Después de analizar las diferentes fuentes se puede mencionar que el ciberbullying es una manifestación más del acoso tradicional (físico, verbal, social, psicológico, gesticular) y teniendo en consideración su complejidad por la incorporación de dispositivos y plataformas tecnológicas, para realizar el acoso es necesario su tratamiento en forma específica. Finalmente, se define como ciberbullying al acoso que se realiza utilizando dispositivos y plataformas tecnológicas. En cuanto a los roles de participación en el ciberbullying, estos son los agresores, víctimas, agresores víctimas y espectadores (Giménez, 2015). Para el caso del estudio se consideró uno de los cuatro roles, el de cibervíctima, que es la persona que sufre el acoso a través de dispositivos y plataformas tecnológicas, y se evidencia a través de conductas de hostigamiento, denigración, suplantación de identidad, violación de la intimidad o juego sucio y exclusión (Buelga y Pons, 2012).
Sobre la problemática del ciberbullying en estudiantes del nivel de educación secundaria se han realizado estudios importantes a nivel mundial, uno de ellos realizó una revisión de 80 trabajos publicados que involucran a varios países como Canadá, Estados Unidos, Suecia, México, Inglaterra, entre otros, encontrando que alrededor del 40% de los alumnos han tenido contacto con el ciberbullying y se estima que uno de cada cuatro estudiantes está involucrado en este problema. El 50% de las víctimas no comunica a nadie o rara vez lo hacen, lo que implica un riesgo mayor de volver a ser ciberintimidado (García-Maldonado et al., 2011). En otro trabajo similar, realizaron una revisión sistemática internacional de las mediciones del ciberacoso, analizaron 64 estudios internacionales, dando a conocer que en Asia, el 60% de los estudiantes chinos y el 67% de los japonés sufrieron ciberbullying el 2010, pero la conclusión más importante es que muchos investigadores en un intento por representar con precisión el fenómeno de ciberbullying implementaron sus propias escalas de medición y generaron sus propios cuestionarios, por lo que sugieren la necesidad de una definición coherente y estandarizada de ciberacoso que se utilice en todo el mundo, que subyace a las implicaciones destacadas para medir el ciberacoso (Chun et al., 2020). Por otro lado, en un estudio de metaanálisis identificaron que adolescentes de Bélgica, Inglaterra, España, Portugal, Chipre, Estados Unidos, Colombia, Corea del Sur y China tenían más probabilidades de convertirse en víctimas de ciberbullying por falta de estabilidad familiar, a diferencia de Australia y Nueva Zelanda quienes, si han implementado intervenciones en los centros educativos, con estudiantes, docentes y familia (Lozano-Blasco et al., 2020).
En Estados Unidos, Waasdorp y Bradshaw (2015), identificaron que el 25,6% de estudiantes denunciaron ser víctimas de ciberacoso. En Polonia, un estudio identificó que el 12,9% han sido cibervíctimas y el 15,2% ciberacosadores víctimas (Twardowska-Staszek et al., 2018). En Portugal, se encontró que el 19,5% de los adolescentes fueron víctimas de ciberbullying, con insultos y amenazas a través de Internet, email y teléfono, así como por la distribución de fotografías de contenido sexual sin consentimiento de las víctimas (De Barros et al., 2018). En Corea del Sur, Lee y Shin (2017), identificaron que el 14,6% de los estudiantes encuestados fueron víctimas de ciberacoso, siendo mayor porcentaje en los varones. En España, se encontró que el 5% reconoció estar implicado como cibervíctima, y son las mujeres quienes sufren mayor acoso, además que el medio de acoso fue a través de las redes sociales y no existe diferencia significativa por sexo, también evidencian que las víctimas tienen mayor rendimiento académico que los acosadores (Giménez-Gualdo et al., 2014). En otro estudió se identificó que no existe un alto porcentaje (87,54%) de ciberbullying (Monroy y Hurtado, 2018). Por su parte, Garaigordobil (2015) identifica que el porcentaje de víctimas es similar en las 15 conductas que estudió, además se mantiene estable entre 12 y 18 años a diferencia de los agresores y observadores. La misma autora menciona que, estudiantes de ambos sexos están implicados en situaciones de ciberbullying porque presentan más conductas antisociales. Asimismo, las víctimas tienen el mismo nivel de competencias sociales y emocionales en comparación de los agresores quienes evidencian bajo nivel de estas competencias (Zych et al., 2017).
En el contexto latinoamericano, Borges et al., (2015) realizaron una revisión sistemática de bases de datos que involucran a América Latina y el Caribe, hallando que la prevalencia del ciberbullying osciló entre el 6,8% y el 35,4%, además los mismos autores señalan que el ciberbullying afecta entre el 10% al 20% de adolescentes. En Ecuador, Moreta et al., (2018) encontraron que el 42,8% del estudiantado han sido víctimas de ciberbullying en un nivel leve, el 2,3% en un nivel moderado, y de las 9 conductas analizadas, 4 son mayor al 10% de frecuencia, además no existe diferencias por sexo. En México, cerca del 40% de estudiantes evidencian situaciones de ciberbullying y las principales conductas que se manifestaron fueron: amenazas por medio de mensajes de texto y por internet, subir a la red fotos o videos comprometedores, retoque de fotos personales publicadas en internet y hackeo de cuentas para hacerse pasar por la víctima. También se evidenció que ante la existencia de ciberbullying el rendimiento académico disminuye (Ortega y Gonzales, 2016). Otro estudio encontró que el 9,1% ha sido víctima de ciberbullying, pero luego de la aplicación de un programa de competencias socioemocionales hubo disminución significativa (Martínez-Vilchis et al., 2018).
En el contexto peruano, Orosco y Pomasunco (2020), en la región Junín identificaron que el 20,9% de adolescentes han sufrido de ciberbullying existiendo diferencia por sexo a favor de los varones. Estudios en la capital del Perú encontraron evidencia del riesgo de ciberbullying a través de las redes sociales (Orosco, 2018). Así también, estudiantes que han sido víctimas de ciberbullying (López, 2018; Jordan, 2019; Idme y Vargas, 2019).
Por otro lado, el Instituto Nacional de Estadística e Informática del Perú (INEI, 2018) proporciona datos desde el año 2008 hasta el año 2018 en relación al uso de internet de los estudiantes del nivel secundario, teniendo que en la costa de 38% el 2008 ascendió al 69% el 2018, en la sierra de 30,2% se incrementó hasta 42,3% y en la selva de 25,3% el 2008 llegó al 42,2% el 2018, seguramente, que a la fecha son más los estudiantes de educación secundaria que usan el internet considerando incluso la necesidad de la conectividad para las clases remotas por la pandemia de la Covid-19.
Con base a lo mencionado y a la revisión bibliográfica, se evidencia que los estudios en el Perú han estado enfocados a analizar esta problemática principalmente en la costa, más solo un estudio analiza el ciberbullying como parte de un conjunto de riesgos derivados de las TIC; por otro lado, no habiendo muchos estudios publicados en revistas científicas indexadas, surge la necesidad de abordar esta problemática, por ello los objetivos del estudio fueron: a) identificar la tenencia de telefonía móvil y conectividad a internet según sexo, b) evaluar la frecuencia de ciberbullying en estudiantes del nivel secundario según sexo, y c) evaluar la frecuencia de conductas de hostigamiento, denigración, suplantación de identidad, violación de la intimidad y exclusión en estudiantes del nivel secundario, según sexo.
La muestra estuvo conformada por 886 estudiantes del cuarto y quinto grado del nivel secundario de instituciones educativas públicas de la sierra central del Perú, con edades entre los 14 y los 18 años (M = 15,63, DT = 0,72) de los cuales 408 (46%) son varones y 478 (54%) mujeres. La selección de participantes se hizo a través de muestreo aleatorio estratificado utilizando como unidad de análisis la institución educativa más representativa de cada provincia. La muestra fue representativa con un nivel de confianza del 95%.
El instrumento para la recopilación de datos se denominó: Cuestionario de ciberbullying , construido ad hoc previa revisión bibliográfica (Buelga y Pons, 2012; Morales et al., 2014 ; Zysman, 2017). El instrumento preliminarmente recoge datos sobre tenencia de telefonía móvil y conexión a internet, después evalúa conductas en relación con hostigamiento, denigración, suplantación de identidad, violación de la intimidad y exclusión, finalmente, evalúa la frecuencia de haber sido víctima de ciberbullying en el último año. Antes de la aplicación, el instrumento fue validado por juicio de expertos obteniéndose un coeficiente de validez de contenido de 0,81, así también fue sometido a una prueba piloto obteniendo un coeficiente alfa de 0,87.
El instrumento se aplicó entre los meses de julio, agosto y setiembre de 2020, para lo cual se solicitó el permiso correspondiente a los directores de las instituciones educativas públicas seleccionadas. Una vez concedido el permiso se coordinó con los docentes designados a quienes se les explicó el objetivo de la investigación y el procedimiento de aplicación. Se creó el cuestionario en Google Forms y se aplicó de manera virtual dado el contexto de trabajo remoto implementado por el gobierno peruano, para ello el docente designado envió el enlace del cuestionario a los estudiantes quienes participaron de manera voluntaria para lo cual se respetó la autonomía, el anonimato y el tiempo de respuesta dado la conectividad.
En cuanto al análisis de datos, las variables cualitativas se presentan según su distribución de frecuencias y porcentajes. Para el contraste de los grupos, según sexo se utilizó el estadístico U de Mann-Whitney; las diferencias son consideradas significativas a partir de p < ,05.
El contexto actual se caracteriza por el impacto de las tecnologías en las diferentes actividades del quehacer humano, el campo educativo no es ajeno y es parte de ello con sus fortalezas y debilidades, dentro de este contexto se encuentran los estudiantes quienes muestran competencias digitales mejor logradas que sus profesores. Esta disparidad entre profesores y estudiantes expone a los segundos a enfrentarse a riesgos al usar tecnologías sin orientación. Es más, el contexto de la pandemia ha hecho que se cambie el escenario educativo abruptamente incrementando el uso de dispositivos e internet; en el Perú, al primer trimestre del 2020, el 94,9% de los hogares contaban con una TIC, y el 64,8% de estudiantes de educación secundaria usan internet (INEI, 2020).
Respecto a la tenencia de teléfono móvil, del total de la muestra analizada (886), el 88,4% (783) de estudiantes señala que posee un teléfono móvil, siendo el 87,3% (356) varones y 89,3% (427) mujeres; de ellos el 69,5% (616) tiene conexión a internet en el mismo dispositivo. Cuando se comparó por sexo, no se encontró diferencia significativa en cuanto a tenencia de teléfono móvil (U = 95.488,000, p = ,337) y tenencia de conectividad (U = 94.706,000, p = ,354).
Los resultados del estudio evidencian que, en la sierra central del Perú, el 88,4% de estudiantes posee un teléfono móvil y de ellos el 69,5% tiene conexión a internet, resultados similares se encontró en otros estudios (Giménez et al., 2017; (INEI, 2020)), mas no concuerda con el estudio de Ortega y Gonzales (2016).
Los resultados evidencian que el 16,3% (144) de estudiantes han sido víctimas de ciberbullying, siendo el 16,9% (69) varones y 15,7% (75) mujeres, sin diferencia significativa (U = 96.546,500, p = ,691). Del 16,3% (144) estudiantes, el 12,9% (114) señala que han sido acosados 2 o 3 veces al año, el 2,3% (20) menciona que han sido acosados 1 o 2 veces al mes, el 0,6% (5) indica que fueron acosados 1 o 2 veces por semana y el 0,6% (5) manifiestan que son acosados frecuentemente.
Con respecto al ciberbullying, se identificó que el 16,3% de estudiantes han sido víctima de este tipo de acoso. Resultados similares se encontraron en otras investigaciones (Borges et al., 2015; Lee y Shin, 2017; De Barros et al., 2018; Monroy y Hurtado, 2018; Twardowska-Staszek, et al., 2018; Orosco y Pomasunco, 2020) más no coinciden con resultados de estudios donde encontraron mayor porcentaje en relación a lo obtenido en el presente estudio (García-Maldonado et al., 2011; Waasdorp y Bradshaw, 2015; Ortega y Gonzales, 2016; Moreta et al., 2018; Chun et al., 2020); asimismo, no coincide con resultados de otras investigaciones donde encontraron menor porcentaje de víctimas (Giménez-Gualdo et al., 2014; Martínez-Vilchis et al., 2018). Cuando se analizó el ciberbullying según sexo no se encontró diferencia significativa, lo que indica que los participantes del estudio son acosados sin distinción alguna, resultado que coincide con el estudio de Moreta et al., (2018); más no coincide con otros estudios donde son los varones (Lee y Shin, 2017; Orosco y Pomasunco, 2020) y las mujeres (Giménez-Gualdo et al., 2014) víctimas de ciberacoso de manera significativa.
En la Tabla 1 se observa que, en cuanto a las conductas de hostigamiento, recibir insultos de manera anónima a través de redes sociales se presentó con mayor frecuencia (22,9%), siendo el 21,8% en varones y 23,8% en mujeres, sin diferencia significativa (U = 95.527,000, p = ,473), resultado similar se encontró en otros estudios (Garaigordobil, 2015; Moreta et al., 2018), más que no concuerda con el de Ortega y Gonzales (2016) donde no es la principal agresión; mientras que recibir amenazas de manera anónima a través de llamada telefónica y/o mensajes de texto se presentó con menor frecuencia (9,7%) en ambos sexos (10,3% en varones y 9,2% en mujeres), también sin diferencia significativa (U = 96.450,000, p = ,585), este resultado no coincide con otra investigación donde es una de las principales agresiones (Ortega y Gonzales, 2016). Cuando se comparó la variable sexo en las conductas de hostigamiento no se encontró diferencias significativas. De los resultados se observa también que las redes sociales son el canal que más utiliza el agresor para hostigar a sus víctimas. También, se infiere que el agresor prefiere utilizar el canal donde oculta mejor su identidad.
En la Tabla 2 se aprecia los resultados de las conductas de denigración, donde inventar rumores y compartirlo por redes sociales con la finalidad de humillar se evidencia con mayor frecuencia (12,6%), siendo el 11,5% en varones y 13,4% en mujeres sin diferencia significativa (U = 95.689,000, p = ,402), resultado similar se encontró en otros estudios (Garaigordobil, 2015; Moreta et al., 2018), más no concuerda con otro estudio (Ortega y Gonzales, 2016) donde retocar fotos que se subió a internet fue una de las principales agresiones. Por otro lado, crear páginas con la finalidad de desprestigiar fue la conducta con menor frecuencia (2,5%), sin diferencia significativa (U = 97.454,000, p = ,955). En todas las conductas de denigración analizadas no existe diferencias significativas en cuanto a la variable sexo. De los resultados, se aprecia también que las redes sociales son el canal que más se utiliza para denigrar a las víctimas de ciberbullying.
En cuanto a resultados de las conductas de suplantación de identidad que se muestran en la Tabla 3, el hackeo de alguna cuenta de redes sociales de la víctima para luego publicar contenidos inapropiados se presentó con mayor frecuencia (21,1%), siendo el 23,3% en varones y 19,2% en mujeres, sin diferencia significativa (U = 93.575,000, p =,142), resultados similares se encontraron en otros estudios (Garaigordobil, 2015; Moreta et al., 2018; Ortega y Gonzales, 2016). Por otro lado, enviar mensajes desde el celular de la víctima para amenazar o insultar a otras personas (9,8%), fue la conducta que se presentó con menor frecuencia en ambos sexos (10,8% en varones y 9,0% en mujeres), sin diferencia significativa (U = 95.768,000, p = ,373). De todas las conductas de suplantación de identidad evaluadas no existe diferencias significativas en cuanto a la variable sexo, solo en la conducta creación de perfiles falsos en redes sociales con el fin de ridiculizar a la víctima se evidencia diferencia significativa (p = ,028). De los resultados se observa también que el agresor prefiere usar las redes sociales para lograr su cometido.
En la Tabla 4, se muestran los resultados de las conductas de violación de la intimidad, donde compartir conversaciones privadas sin permiso (15,1%) se presentó con mayor frecuencia en ambos sexos (16,9% en varones y 13,6% en mujeres), sin diferencia significativa (U = 94.281,000, p = ,170), resultado que no concuerda con el estudio de Ortega y Gonzales (2016) donde publicar fotografías íntimas por redes sociales fue una de las principales agresiones recibidas. Por otro lado, la publicación de datos personales y fotografías íntimas en páginas web que ofrecen servicios sexuales (1,6%) fue la conducta con menor frecuencia, siendo el 2,2% en varones y el 1,0% en mujeres, sin diferencia significativa (U = 96.381,000, p = ,168). En cuanto a las conductas de violación de la intimidad analizadas según sexo, no se encontró diferencias significativas. De los resultados se deduce también que, de la conducta más frecuente, el agresor obtiene información privada de la víctima por personas del mismo entorno.
De los resultados de conductas de exclusión que se muestran en la Tabla 5, llamadas sin contestar y mensajes sin responder por parte de los compañeros del salón se presentó con mayor frecuencia (35,8%), siendo el 33,3% en varones y 37,9% en mujeres, sin diferencia significativa (U = 93.092,000, p = ,161). Por otro lado, expulsión sin motivo alguno de los grupos de redes sociales del salón, fue la conducta con menor frecuencia (13,9%), siendo el 16,7% en varones y el 11,5% en mujeres, con una diferencia significativa (U = 92.480,000, p = ,027), este resultado es similar al encontrado por Ortega y Gonzales (2016). En las demás conductas de exclusión analizadas según sexo, no se encontró diferencias significativas. De los resultados, se observa también que la víctima al estar en contacto directo con el o los agresores a través de grupos del salón de clases en redes sociales, siendo más vulnerables para que se evidencie esta conducta del Ciberbullying.
Es necesario tener en cuenta que las consecuencias derivadas del ciberbullying en la víctima son “ansiedad, depresión, estrés, miedo, ira, frustración, somatizaciones, trastornos del sueño, disminución del rendimiento escolar” (Garaigordobil, 2015, p. 1069), por ello es importante que se busquen estrategias para enfrentar este riesgo y poder controlarlo. Estas pueden ser de manera personal, con la participación de los padres de familia y también la institución educativa. De manera personal se recomienda que los contactos que se aceptan en redes sociales deben ser miembros de círculos cercanos, de modo que se identifique de manera rápida si surge algún tipo de problema respecto a este riesgo (Oliva et al., 2017). Por otro lado, los padres de familia también cumplen un rol importante para contrarrestar este riesgo, ya sea supervisando las actividades de los hijos o en su defecto conversando constantemente con ellos de modo que se genere confianza y se evite esta problemática. Al respecto, el estudio de Giménez et al., (2017) encontró que cuando los estudiantes son supervisados por la familia no están implicados en ser víctima de ciberbullying. Así también, en las instituciones educativas se deben implementar programas de intervención y prevención de este tipo de riesgo, ejemplo de ello es el programa KiVa desarrollado en Finlandia que fue creado con el fin de prevenir y tratar el ciberacoso (Lozano-Blasco et al., 2020), además en dichos programas, es importante considerar las competencias sociales multidimensionales y objetivos sociales (Romera et al., 2017). Tarea importante recae en los profesores y padres de familia, porque ellos deben conocer sobre los riesgos derivados del uso inadecuado de las TIC y a partir de ello promover el diálogo del tema y proponer salidas efectivas para lidiar con la problemática del ciberbullying (Borges et al., 2015).
Finalmente, es necesario señalar que el estudio evidencia algunas limitaciones: 1) el instrumento, al haber sido elaborado ad hoc y no ser estandarizado, podría conllevar cierto grado de sesgo en las respuestas; 2) la investigación se realizó con estudiantes de instituciones educativas públicas, por lo que sería necesario, en estudios posteriores, incorporar a estudiantes de instituciones educativas privadas para realizar comparaciones, 3) solo se recogió datos en estudiantes del cuarto y quinto grado de educación secundaria, por lo que también sería pertinente, en investigaciones posteriores, analizar a todos los grados; 4) debido a que el estudio fue de corte transversal no se analizó la relación causal. Otros estudios para realizar podrían abordar: a) percepción del ciberbullying desde los agresores y observadores; b) causas y consecuencias del ciberbullying, c) programa de intervención para reducir el ciberbullying y d) uso responsable de tecnologías en el contexto educativo.
El ciberbullying en el contexto de la educación remota producto de la pandemia se ha ido manifestando en diferentes conductas de los estudiantes de educación secundaria de la sierra central del Perú, tal es así que en el estudio se concluye que:
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